LA HORA DIBUJADA
Krístel Guirado
(Publicado en el Diario El Periódico, Maracay, el domingo 19 de diciembre de 1993)
Aunque conocía tres textos a través de la Revista Imagen del año 91, Bestias de superficie llega adulto a mis manos, gracias a ese “librito” (como dice el poeta José Manuel Morgado) que publicó la Editorial La liebre libre. Por cierto, un hecho que nos extraña a muchos: ¿Alberto Hernández, el poeta Alberto Hernández, publicado en la Colección Cantos iniciales? Pero bueno, dejemos eso a los críticos de políticas editoriales, a nosotros lo que nos apasiona es la literatura, ese espacio donde se lee y se escribe, donde el hombre inventa un interlocutor para escuchar o para decir algo. Decir, por ejemplo, que no pensamos que Bestias de superficie sea el canto inicial de un poeta como Alberto Hernández, pero sí estamos convencidos de que resulta una lectura iniciática para todo aquel que se anote en la aventura de leerlo.
Ya no estamos frente al zoológico de metáforas donde un poeta nos dice: juguemos a que el animal sea “esto”, porque yo lo digo. Ahora la voz del poeta está prestada. Podría decirse que el animal mismo habla y confiesa, si no fuera porque traicionaría, con ese acto, el único código que le es propio: el silencio. La poesía, espacio de conocimiento, se hace voz en este poemario para desnudarnos al animal y mostrarnos la verdad, no de lo que pudo o podría ser, sino de lo que siempre ha sido.
Los animales, creados al principio de todo, entre los astros y la naturaleza, conocen el ritmo exacto de los primeros y los rencores que guarda la segunda. El hombre, oficiante de la muerte, no sabe de urdimbres y venganzas. No le interesa dar con la “solución del enigma del universo”, como refiere Ramos Sucre en su poema “La verdad”. Eso solo le interesó a un sabio astrónomo, estudioso de lo que se eleva sobre él, y por ello le fue revelado.
Alberto Hernández, ¿qué te dijeron las golondrinas? ¿Cuál es el nombre del planeta que decreta el día, o acaso es la misma luna como dice Rosana Hernández Pasquier? ¿Dónde está dibujada la hora, en los ojos del sapo o del gato, en las manchas del felino o en la textura repetitiva de una tortuga?
Recorro Bestias de superficie una y otra vez, en espera de una respuesta, pero desde sus páginas los animales parecen murmurar, como a Poe una vez: Never more! Never more!